Ética para una sociedad en transformación


Tal y como el Báb reclamaba, los bahá’ís hoy día consideran las enseñanzas del Báb pertinentes para los años en los que duró Su dispensación, es decir, el periodo que va desde que el Báb declarara Su misión en 1844 hasta que Bahá’u’lláh hiciera pública la Suya, en 1863. Sin embargo, lo que sigue vigente es el espíritu que despertó, los estándares éticos a los que animaba a elevarse y el ejemplo de servicio abnegado al bien común, de sacrificio por el futuro de la humanidad, de pureza inmaculada, de sabiduría consumada, de erudición insondable, de valentía leonina, de determinación serena y de rectitud inquebrantable que Sus seguidores lograron encarnar mediante la aplicación de Su visión y enseñanzas.

Purgad vuestros corazones de deseos mundanos y dejad que las virtudes angélicas sean vuestro adorno. […] Ha llegado la hora en que nada excepto los motivos más puros, apoyados en hechos de pureza inmaculada, pueden ascender al Trono del Más Alto y serle aceptables.
El Báb, a su primer grupo de discípulos

Cuando se mira el mundo circundante, ya sea desde una perspectiva global o nacional, se observa una agitación sin precedentes que parece sugerir que la humanidad está dejando la adolescencia y avanzando hacia la madurez. La contradicción y el comportamiento ambivalente progresivamente dejan de ser la excepción y se convierten en la norma: cada vez se rechaza más el conflicto y la contienda y se está menos dispuesto a naturalizarlos, pero el clima de crispación aumenta y el tono del debate público se acidifica a la vez; se aspira a abandonar la soberanía nacional en aras del bienestar global, pero las relaciones internacionales siguen estando basadas en el interés nacional; se tolera menos la corrupción, pero crecen los escándalos en todos los niveles; se dedican ingentes recursos a erradicar la pobreza, pero se preservan a toda costa posiciones de privilegio que mantienen estructuralmente dicha pobreza; se anhela una relación más armoniosa con el medio ambiente, pero se promueven políticas económicas que lo destruyen; se aspira a regenerar la vida armoniosa de la comunidad, pero se rechazan sus formas ancestrales opresivas y se promueve el individualismo; hay un clamor generalizado por la paz y el altruismo, pero no se confía en el potencial humano para lograrlos y se mantiene al egoísmo como eje de las relaciones.

Lo anterior muestra que parecen haberse desatado fuerzas constructivas e integradoras, al tiempo que otras fuerzas desintegradoras, que propulsan a la humanidad hacia un nuevo estadio de evolución social marcado por nuevos principios, enfoques y conceptos que guíen tanto el comportamiento individual como la vida colectiva. La visión y motivación necesarias para acometer con éxito esta tarea con la que la humanidad lleva bregando más de un siglo parecen no brotar de los métodos que se han estado utilizando. Es aquí donde la religión históricamente ha jugado un papel único y las enseñanzas del Báb, junto con el ejemplo ofrecido por Sus seguidores y Su culminación en la Revelación profusa de Bahá’u’lláh pueden suponer un punto de inflexión en la historia.


Algunos individuos inspirados por el Báb

He prometido recorrer a pie toda la distancia que me separa de mi Bienamado. No cejaré en el empeño hasta haber alcanzado mi destino.
Mullá Husayn

Mullá Husayn, por ejemplo, un estudiante de teología, físicamente frágil, ensimismado en sus estudios hasta encontrarse con el Báb en todo Su esplendor, logró superar todas sus deficiencias y realizó grandes hazañas, abandonando sus deseos y aspiraciones solamente por el fervor que sentía por su Maestro y por el deseo de contribuir a que las nuevas generaciones pudieran heredar un mundo libre de guerras, de miserias y argucias.

Tahereh, una joven considerada la esencia de la pureza por algunos, rompió los estereotipos y moldes de su época para reivindicar en Irán la preeminencia de la mujer en la construcción de una sociedad de paz que pudiera canalizar lo mejor de ambos géneros. La emancipación y el empoderamiento femenino moderno comenzaban con ella.

Vahid, un aristócrata de la corte del Rey, objeto de todo tipo de reconocimientos por la erudición sin parangón que poseía y azotado por el orgullo que a veces se filtra con el conocimiento adquirido y la pleitesía ajena, al entrar en contacto con el Báb se transformó de tal manera que cuentan que se convirtió en la esencia de la humildad, que renunció a todos sus privilegios cortesanos y que entregó su vida a la promoción de ese nuevo mensaje solamente por amor a Dios y a la humanidad.

Son muchos los nombres de hombres y mujeres que, al igual que los anteriores, en la mitad del siglo XIX y galvanizados por las enseñanzas del Báb, entregaron sus vidas, sufrieron martirio y gravitan en la esfera de los héroes que necesita la generación presente para cumplir el desafío más apremiante y maravilloso que la especie humana ha tenido jamás ante sí: establecer la paz y justicia en el mundo, construir una civilización global, armonizar lo nacional y lo internacional, en definitiva —y utilizando el lenguaje religioso que cala en lo profundo y evoca posibilidades inimaginables de otro modo—, fundir los órdenes divinos y mundanos y establecer el largamente esperado «Reino de Dios en la Tierra».

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